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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Las tazas pintadas de azul



 Prepara café en la taza de flores pintadas de azul, traídas de Italia por su abuelo, en aquel viaje que izo en su juventud en busca de nuevos horizontes, vamos hacer la América decían. Y así fue, solo que trabajo tanto y amasó una modesta fortuna que no le dio tiempo de volver a su tierra. Y se quedo con la ilusión del regreso en algún lugar de su memoria.
Y así como su abuelo el tiene ahora eso  que creyó estaba olvidado. A él también le paso lo mismo. En algún lugar tenía guardado su perfume, su boca, su aliento y ahora, todo aquello que creyó olvidado, renace en el recuerdo de aquellas épocas vividas.
Justo hoy que parecía estar todo tan calmo. Ahora que se va a casar, recién ahora a los treinta y ocho años.Aunque Jamás quiso hacerlo, no sabe si porque le gustaba vivir solo o por aquel desengaño, ni él lo supo jamás.
El caso es que justo hoy cuando estaban haciendo un operativo, al desviar la vista, se estremeció al verla. Todo cambio en aquel momento, su rostro se ilumino de felicidad, justo en aquel momento que estaban haciendo aquel trabajo tan difícil, aparecía ella, como ayer, con su sonrisa a flor de piel, invitándolo una vez más.
 Aquel encuentro de miradas que se devoraban fue interrumpido cuando se llevaban a aquel desdichado esposado, demasiado joven para robar pensó, en los años que llevaba no se acostumbraba a ciertas cosas. Controlo que todo estuviera en orden y al volver la vista ya no estaba. La decepción y la angustia se apodero de él. Se quedo mirando hacia qué lugar se podría haber ido, pero fue en vano, quizás, pensó, ya nunca más se la volvería a cruzar.
Quiso ir caminando a su casa, despacio, como si en aquel andar podía recordar parte de sus cosas vividas, aquellas que lo fueron marcando.
 Fue verla para que todo en el girara en el tiempo. Que había sido de su vida en los últimos años, si tan solo hacia diez meses que tenía una relación sin saber siquiera porque, quizás por costumbre, quizás porque se dejo llevar.
El tema es que ahora se casaba y no quería, algo en él lo había puesto en la realidad. No sentía nada por aquella mujer, si ni siquiera él le pidió matrimonio, fue ella la que planeo todo y el solo dijo que estaba bien.
 Se sentó en la plaza de aquel día que adormecía y se quedo mirando los niños jugando con sus padres. Entonces se dio cuenta que no había tenido hijos. Como hubiera sido ser padre, mas aun si ese hijo hubiera sido de ella. Otra vez ella en su pensamiento, otra vez ella en la escena de su vida, pero porque si lo marco tanto la dejo ir.
 Ahora, cree haberla visto, si fue real se esfumo una vez más
 Recordo aquel niño descalzo, sucio y harapiento que vieron juntos, la primera vez que se cruzaron sus miradas en aquella tarde en que el estaba haciendo su trabajo en aquella zona olvidada por los hombres, en donde la pobreza hace estragos con los más pequeños.
 Ella realizaba tareas comunitarias. Fue aquel niño que los unió. Los dos se quedaron observándolo, después vino todo lo demás. Quería la custodia de aquella pobre alma inocente y el la ayudaría a lograrlo.
 Porque la dejo ir se pregunta, si la pasión y el cariño se confundían en aquellas noches en que el reloj se detenía, hasta que los primeros rayos de luz del día los sorprendía abrazados en su cama.
Seguramente ahora al verlo le sonrió como se le sonríe a un viejo amigo, al que se lo recuerda con afecto en el tiempo, fue eso y nada más, después, ella siguió su camino.
Ya es de noche, se ha hecho muy tarde, demasiado tarde. Ahora su antigua casita de barrio donde se crio, lo espera para abrazarlo en su soledad. Las tasitas de café con sus flores pintadas de azul lo esperan en la fría noche de julio. Ellas permanecen en el tiempo, fieles al aroma del café, con historias guardadas. Sus dedos acarician suavemente la fina porcelana.
 El suave golpe en la puerta lo sorprende, sus pasos lentos, sin ganas, se deslizan hacia la entrada. Al abrir la puerta aquella vos que le dice – En esta noche tan fría, todavía tienes las tasitas de café pintadas de azul?


estela jaeltete
    

domingo, 26 de octubre de 2014

PREMONICION EN EL ESPEJO


.El reloj dio las 20 hs, habían pasado demasiado tiempo esperando, el estaba a su lado… ella tomo el lápiz labial y lo paso por su boca…se miraron a través del espejo…el tomo su celular y su agenda, cerraron la casa, subieron al auto que los llevaría a la ciudad a sus respectivos trabajos, la niebla era intensa, de pronto algo paso, el transito se detuvo y se escucharon las sirenas, no saben cuánto tiempo estuvieron allí,parados,hasta que el tiempo transcurrio y como ya se había hecho tarde debían regresar a su casa y así lo hicieron.
Al  ingresar a la vivienda, se sorprendieron al ver  que en el escritorio estaba  la  agenda y el celular, extrañados  subieron a la planta alta y en la mesa de noche el lápiz labial como ella lo había dejado junto al espejo, se miraron al oír las voces que venían de la calle, ,escucharon  llantos, eran muchos, bajaron desesperados las escaleras intentando preguntar  qué había pasado pero no tenían vos, sus niños lloraban y  fueron retirados de la casa, el resto de la familia buscaba algunas cosas como documentos al menos eso parecía ,asombrados vieron como el  hermano de el tomo su celular y la agenda, la madre de ella  el lápiz labial que se encontraban en la mesita del living,  luego de una rato toda aquella gente sin siquiera haber notado sus presencia se retiraron vestidos de negro luto.
Después, la puerta se cerró.
El reloj había dado las 20 horas…, ella se miraba en el espejo, tenía en sus manos el lápiz labial, el permanecía a su lado, ambos bajaron al living, se miraron… esperándolos habían perdido la noción del tiempo, ya deberían estar allí.
El silencio que había entre los dos aumentaba la ansiedad. No dejaban de caminar por la sala, el encendió un cigarrillo y ella se angustió aún más.
El uniformado golpeo la puerta y les dio la noticia, los niños, su abuela y su tío tuvieron un accidente en la carretera, todos murieron.
La mujer subió las escaleras, al ingresar al dormitorio comprobó que en su mesa de noche estaba el lapiz labial junto al espejo.
El hombre ingreso a su escritorio y allí estaba su celular y su agenda.
Entonces lo entendieron todo.





Estela jaeltete

miércoles, 22 de octubre de 2014

LA CASA DEL TIEMPO

 

La casa tenía un amplio ventanal por donde entraba el sol en las mañanas abrigando la fría habitación, a su lado, sobre una mesa, una planta exótica lucia sus flores color purpura  buscando la luz del día

La antigua cama de bronce de color dorado y en la mesa de noche un retrato color sepia, tan viejo, que apenas si se podía divisar que era una muchacha joven, la que había permanecido en él desde siempre

En el resto de la casa solo habitaba el silencio, un perfume a madreselvas llegaba dulcemente desde los jardines, no tenia voces ni alientos, solo sensaciones de los que alguna vez ocuparon el lugar.

El viento mecía lentamente una hamaca, el cielo estaba despejado, solo tenían vida las plantas que sobrevivieron en el tiempo mágicamente y un ventanal en el que a través de él, se veía el más allá de las cosas, comunicándose con todo ser viviente, que alguna vez hubiera existido ,en la casa perdida en el tiempo.

Estela jaeltete










 













 















UN DISPARATADO CUENTO LOCO, LOCO, LOCO.


LA ROSITA Y LA LUZ MALA.

Dedicado a los hipócritas de siempre.

 Asombrada y boquiabierta observaba en el patio de su casa la luz que de muy lejos se veía brillar, primero, estaba quieta, como amenazante, para después elevarse en el cielo y desaparecer.
Cansada de andar por todos lados, después de haber visto la misteriosa luz, viajo a la ciudad y se dirigió al diario Allí la recibieron unos periodistas, que, curiosos por lo que planteaba, la miraban asombrados.
-¡He visto la luz mala! –decía Rosita- Fui a ver al cura y me mando a rezar, el comisario se reía y el dueño del campo que lo dejara de molestar ¿Ustedes me pueden ayudar?
Algunos periodistas sonreían y siguieron con su trabajo. Solo uno le prestó atención, pero un poco por curiosidad, más que por creerle.
-Haber dime muchacha, Qué fué lo que vistes?
-Eran las dos de la mañana y la vi, estaba allí, quieta, luego se elevo y se perdió en el cielo.
-¡Así! ¿Y que hacías tu levantada a esa hora? –un poco tomándole el pelo –
-¡Dormía! ¡Cuando me despertó un ruido extraño! Algo que venia del cielo, cuando salí al patio… la vi.
-¡Un ruido en el cielo! Eso me interesa y dime ¿donde es eso?
-En los campos vecinos de don Filipetti,
-¡Así que tu eres vecina de don Filipetti! Y ves esas cosas. Esto me está empezando a gustar. ¿Sabes que? ¿Te molesta si voy contigo y nos sacamos la duda?
-¡No! Para nada don. Todos los martes se aparece y hoy no puede fallar.
                                            ************
La casa de la muchacha estaba retirada del casco de la chacra.
-¿Porqué vives tan retirada?
-Es que mi familia, mi tío y sus hijos dicen que yo merezco una casa mejor, más cómoda, estar sola, allá son muchos y demasiado trabajo.
-Que considerados, te quieren bien.
Esperaron hasta la hora indicada. Cuando escucharon el ruido, salieron en silencio. Él le marcaba que lo siguiera tranquila, avanzaron entre los árboles hasta llegar a unos arbustos que eran muchos y bien altos.
Escondidos observaron las imágenes.
-¿ Esto es lo que vistes Rosita?
-¿Que es eso? ¡¡¡ Un OVNI!!! ¡Yesos son extraterrestres! No era la luz mala.
-¡Eso es un avión comercial! ¿O es que nunca vistes uno,?
-¡No, solo en el diario, pero no era así!
-¡Y cómo era! son todos iguales
-¡Qué sé yo! ¡Tengo miedo!  ¿Que hacen?
-Y esos no son extraterrestres, son hombres con la cara tapada.
-Están bajando cajas, las mismas que tiene mi tío Pocho en el galpón.
-¡Tu tío! o sea que se las llevan a tu campo.
-A yo que sé, yo solo vi la luz.
-Vámonos antes de que nos descubran.
Salieron como alma que lleva el diablo, parecía que no llegaban más, una vez que ingresaron a la casa, Rosita puso traba y corrió unos muebles tapando la puerta.
-¡Ay que cagaso don! por suerte estamos en casa, no nos vieron parece.
-¡No, quedáte tranquila! lo que tenes que hacer es llevarme al galpón, pero sin que nos vean.
-Eso va a estar bien difícil, tendrá que ser cuando estemos seguros que estén durmiendo.
-Alguien cuida el galpón?
-No, nadie, ahora vamos a tomar unos mate que le parece, me dio hambre, ¿Quiere pan casero?
-Si ,a mí también me dio hambre. Mate con pan casero, espectacular Rosita..
Mate de por medio
-Usted me dio miedo, me dijo que tuviéramos cuidado que no nos vieran
-Sos muy ingenua vos Rosita, ya te voy a explicar, después.
Más tarde, salieron sigilosamente en la noche, como gatos, sin hacer ruido, despacito llegaron al galpón. Ingresaron por la parte de atrás para que no los vieran, era un espacio muy reducido, un agujero en la parte baja de la pared, para que lo habían dejado así, no se sabe, pero la Rosita si sabía de su existencia y allí estaban.
-¡¡¡QUE ES ESTO ROSITA!!!
-Son de mi tío Pocho, es fécula de maíz, para el padre Tomas, el se las lleva al asilo de anciano, para que no se le paspen las bolas a los viejitos.
-¡¡El cura!! No me digas que el cura se las lleva.
-Sí, yo lo vi junto con el comisario, mi tío me dijo eso, cuando yo estaba ahí paradita mirando, el cura dijo ¡Y ESTA ¡  y el comisario, ¡QUE mierda hace aquí!!  Entonces mi tío Pocho, me saco despacito y me conto la obra de caridad que hacen.
-¡No no!  -hablaban muy bajito - Rosita, esto no es, que ingenua por Dios, yo te voy a contar algo, ahora vamos a tu casa, corremos peligro aquí.
Cuando iban saliendo, Rosita ante la desesperación por salir de allí, quedó atorada.
-¡Ayúdeme don!
-¡Es que no puedo! no ves
-Se me quedo enganchada la bombacha
-¡¡¡ QUE!!! ¿y ahora?
-¡Sáquemela, sáquemela!
-¡Estás loca!
-Es la única manera.
-¡Bueno, ahí voy, ahí va, ahí ahí!
Justo en el preciso instante que le estaba sacando su prenda, se escucho una vos
-¡Qué está pasando aquí carajo!
-¡Es el primo Joaquino!
-¡Y ahora!
-¡ah ah ah!  - jadeaba la rosita - ¡¡¡ aaaay!!!
-Pero mira Rosita que ocurrencia la tuya, si habías salido ligera, si pareces estúpida no ma -.dijo su primo
Dando un salto y dejando al periodista con la bombacha en la mano, la muchacha se acerco a su primo
-No le cuentes a nadie, por favor, prométeme.
-¡Y porqué aquí!
-Es que aquí es má esitante, por eso de que nos pueden enganchar
-¡Ah! mira, no sabía, con razón la mujer de Filipetti siempre me dice que la isita mas cuando piensa que en cualquier momento va a caer el marido, y me hace de goma la vieja, bueno pero ya, te vas o me arrepiento y cuento todo.
-¡No! no primo, quedáte tranquilo, que ya nos vamo noma.
Salieron a los gambasos, corrían como si fuera la última vez. El hombre todavía llevaba la prenda en la mano, hasta que finalmente.
Llegaron a la casa, la muchacha transpirada, agitada, asustada, sin habla. Otra vez la tranca y los muebles tapando la puerta.
-¡Ah no! yo me voy a morir de tanto susto.
-Mirá que ocurrencia la tuya, pero zafamos, Así que tu primo se garcha a la mujer de Fillipetti.
-Le gustan los pendejos a esa señora, pero usted no le vaya a contar a nadie,
-¡Noo! Si, quedáte tranquila, lo que no se cuanto tiempo se van a creer mi presencia aquí
-Entonces que vamo a se.
-Voy a contarte de que se trata.
-Lo escucho.
-Oistes hablar de sustancias ilegales.
-No
-De sustancias prohibidas
-No
-Peligrosas
-Tampoco
-Decime Rosita cuántos años tenés.
-Veintisiete.
-¡Veintisiete años al pedo Rosita! ¡Vos no sabes nada!
-Y bueno que quiere una e como es.
-Bien, escuchá, prestá atención.
Pasaron minutos, horas, y así toda la noche, él le explicaba, hasta que canto el gallo, entonces ella que permanecía atenta y callada le dijo.
-Ahora escúcheme usted a mí.
-Si, decime.
-¿Usted, que tiene pensado hacer?
-Ah, nos vamos entendiendo, la nota, mi gran nota ¡Te imaginás!
-No, yo no imagino nada, y como le va a hacer
-¡Mirá! Sabes qué es esto? –le muestra un anillo- Es una cámara, aquí tengo las pruebas
-¡No, no, no señor! nada de pruebas, usted va hacer lo siguiente.
El periodista la escuchó asombrado, mudo quedó, no podía creer lo que la muchacha le decía.
Dos días después.
Los habitantes de la ciudad despertaron sorprendidos con la última noticia del periódico, decía así.
En los últimos tiempos se escuchaba como un trueno muy potente todas las noches. Así que investigaron y el resultado fue que aquel ruido que despertaba a los pobladores de San Benito,  venía acompañado de una lluvia blanca y de de una misteriosa luz, que caía en los campos de don Filipetti, un acaudalado terrateniente del pueblo. Episodio que fue fotografiado por la gente lo mejor que pudo.
Inmediatamente, como es de imaginar, llegaron autoridades eclesiásticas, del gobierno y periodistas de todas partes del mundo.
La Rosita y un grupo de personas junto al periodista habían vallado el lugar, el que se mantenía a una distancia bastante considerable lejos de los curiosos.
-¡No se puede pasar, no se puede! – Decía la Rosita – este es un lugar sagrado, nadie puede pisar, ni manchar el suelo del señor con su presencia pecaminosa.
-¡Soy el obispo! tengo que corroborar que esto sea así –decía la autoridad de la iglesia.
-¡NO! ¡De ninguna manera! esto es un milagro y nadie, pero nadie, por ma autoridad que sea, va a pisar ese lugar en el que se ha producido la presencia del señor, porqué como verán allí… ha nacido un árbol. Ven ese arbolito pequeñito, ese es el símbolo de lo sucedido. ¡Pidan, pidan señores y se les dará!
El viejo Filipetti acaba de llegar y los ojos parecían salírseles de la desesperación.
-¡NOOO! –grito el viejo y luego acercándosele prosiguió - Rosita que mierda es esto, que hiciste carajo -le decía bajito, tomándola del brazo.
-Sh silencio Filipetti, Señores aquí a mi lado está el hombre, elegido por el señor para manifestar su presencia en una lluvia blanca y una luz divina, el señor bendijo sus campos, y saben porque, porque este noble hombre dono cien millones de dólares a este pueblo para ponerlo a trabajar, entonces que esperan para agradecerle
La multitud levantó en andas al viejo Filipetti, mientras decía su nombre
-¡FILIPETTI   FILIPETTI!!!
El viejo sonreía entre dientes y puteaba a Rosita, mientras lo tiraban para todos lados y ya se estaba mareando, los ojos se le iban para atrás.
-¡Señores! aquí, tengo al comisario, el hombre que nos cuida, a él le debemo la seguridad de este pueblo, hombre honesto y leal.
-¡Que es esto negra de mierda! no te pases de lista
-Tranquilo comisario, usted con esto se ha ganado un asenso, sonría, sonría.
Y Rosita continuaba con su discurso
-¡Y aquí! a mi lado, el padre Tomás, benefactor del asilo de ancianos, no es así padre, siempre preocupado por los viejitos, este hombre es tan santo que el señor lo eligió como su siervo para guiar a su pueblo en este momento de cambios.
-Devolvenos lo que es nuestro, solo te lo digo una vez.-le dijo el cura por lo bajo.
-Rece seis padres nuestros y seis ave maría, padre Tomás, no le queda otra.
-¡No sabes! con quien te metes.
-¡Así no me diga! sabe qué? anda a cagar. ¡SEÑORES! y esto no es todo, ahora vendrán tiempos de abundancia, No es así padre? dígale, dígale a sus fieles, háblele de este milagro. Vamos padre, la gente lo espera, y asegúrese que nadie se acerque al lugar porque estamos todos en la hoguera.
Miro a Filipetti quien le dijo con la cabeza que hablara de una vez, mientras con el pañuelo se secaba la transpiración y el comisario le dijo.
-Lo escuchamos padre, lo escuchamos.
-¡HIJOS MÍOS! es verdad que aquí ocurrió un milagro, muchos de ustedes fueron testigos de tan bello paisaje, la luz – y miraba a Rosita- y ese manto blanco caído del cielo, ahora está en cada uno de ustedes hacerlo realidad…..
¡BIEEEN!  gritaba la gente y el cura seguía orando y la gente gritaba de alegría.
El periodista sonreía satisfecho, había logrado la nota de su vida.
-¡SEÑORES! –dijo la Rosita – y para finalizar quiero agradecer a las  mujeres de San Benito, valientes y de fe, madres, esposas, hijas, abuelas, tías, cuñadas, sin ellas esto no hubiera sido posible.-mientras, va recordando lo que pasó aquella noche, en una parte de los campos de Fillipetti,para no despertar sospechas, a varios kilómetros del casco de la estancia, ya que esta abarcaba una gran parte de la región, un helicóptero paso y produjo una lluvia blanca, mientras  las mujeres desparramaban el contenido de las cajas, hasta dejar el  suelo totalmente cubierto, la madama del cabaret colocaba una potente luz de un reflector, las chi chi, ponían una plantita, el periodista sacaba fotos y así montaron la gran farza-   y agradecer a las mujeres del cabaret de Carmelita, para ellas también están abiertas las puertas del cielo.
Por allá venia el tío Pepe, sin entender lo que pasaba, bajo la mirada amenazante de los otros tres.
-Tio pepe, perdón por haberlos emborrachado a todos –abrazaba a su tío y seguía diciéndole al oído –gracias tío por haberme dado el nombre del señor, sin tu ayuda no hubiera sido posible este milagro, es que cuando te pasas de copas cantas todo vos, te has ganado el cielo.
A los pocos días, la lluvia blanca ya no estaba, él señor se la había llevado.
El pueblo había sido tomado por sus habitantes, dirigidos por La Rosita y ayudado por un periodista de la ciudad.
Los millones que ganaron con la lluvia blanca, les permitió hacer hoteles para los turistas que iban a sacarse fotos y a tocar el arbolito.
La Rosita se había transformado en una especie de elegida o enviada porque la gente la tocaba y le pedían la bendición. Algunos decían que era milagrosa y las alcancías desbordaban en donaciones.
El cura, el comisario y don Filipetti, como dicen en el pueblo, se la tuvieron que mamar, discutían y el viejo les decía,
-¡Donde estaba comisario cuando pasaba esto!, porque yo como marido cornudo fui el último en enterarme.
-A mi no me diga nada, yo no leo diarios, ni escucho radio, me entere de casualida.
-¿Y usted padre?
-Orando Don Filipetti, orando.
Todos en el pueblo se enriquecieron y tuvieron una vida de lujo.
Y como decía el abuelo de Rosita.
Malos va a ver siempre mija, pero ay que saber sacar provecho de ellos. ¿Como? bueno, sólo espera una señal, total el que le roba a un ladron…

Estela Caruso jaeltete

Es Ficción.

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miércoles, 8 de octubre de 2014

MI AMIGO EL....


Mi amigo el…

Cada vez que bajo las escaleras lo veo. Está allí parado, bien pegadito a la baranda. Chiquitito, de ojos saltones, pelito rubio. Me dan ganas de acariciarlo, de hecho lo hago y el quita bruscamente mi mano de su cabeza y mirándome con sus ojos desorbitados, más bien de loco diría yo, porque eso parece, se va rápidamente, caminado sobre sus piernas chuecas, tambaleándose. La cuestión que mi amigo con la mirada lo dijo todo.
Por ahí se esfuma. Aparece y desaparece de la nada. El otro día estaba esperando el ascensor y sentí que me soplaban la nuca, me di vuelta y no había nadie. Al rato otra vez. Ya estaba empezando a ponerme nervioso. Entonces escuche una carcajada bastante rarita. No sé de donde venia, para mí era él. Y si, porque cuando subí al ascensor me pareció verlo yéndose por el pasillo.
A la señora del D, un minon de aquellos, esta para el infarto, se le prendió fuego la cocina. Como grita la condenada. Entonces, voy a socorrerla.
 En la corrida resbalo y caigo de trompa al piso. Creo haber sentido que me pusieron el pie, por Dios que esa es la sensación que tengo. Todavía estoy tirado en el piso y otra vez la risita.
 Ya en la cocina trato de apagar el incendio. Pero no puedo, cada vez que lo intento, las llamas se hacen más altas. ¡Qué lo parió! ¡No lo puedo dominar! y la mina que se agarra de mí, me toca por todos lados, no para de gritar. Al menos la hubiera conocido en otras circunstancias.
 Por un momento creo que me ha llegado la hora,¡Pero no así de esta manera! ¡Achicharrado no!. ¡Y otra vez la risita esa, juraría que es el!
Un despliegue de bomberos hacen su trabajo.¡Tremendo quilombo se armó!
Sirenas, mangueras, gente que corre. Me auxilian… ya que estoy ahogado en humo. Me sacan en camilla ¡Que papelón! Entonces, lo veo paradito en la salida, me mira con carita triste, como de arrepentido.

Vuelvo del hospital después de varios días.
Lo espero.
Sé que vendrá.
Entonces, se aparece así, de repente, como de la nada.


-¡Perdonáme!- dice- No te quería hacer daño. Me dio mucha pena después de todo me caes bien.
-¡Así que fuiste vos!
-¡Estaba buena la minita eh! Te franeleo por todos lados ji ji
-¡Pero quien carajo sos!-le digo-y cuando estoy por darle un tortazo, no sé cómo, pero la porquería me da tremenda patada en el orto que me hace volar varios metros. Tiene una fuerza sobrenatural la inmundicia.
Intento averiguar quién es. Pero todos me miran raro. Como si estuviera delirando. Nadie sabe de él.
Días después
-¡SCH! ¡SCH! –me chistan, lo veo tras un arbolito- ¡Veni!- me dice- ¡Veni!
-¡No!- le digo.- ¡Que te pasa! Ayer me distes una patada en el orto y ahora me andas buscando
-¡No! ¡vos no entendés! –dice-Eso es una costumbre que yo tengo, forma parte de mi esencia. No seas rencoroso dale veni.
-¡Está bien! ¿Qué querés?
-¿Que andas averiguando por ahí?
-Si te referís a que quiero saber quien sos.Si. Decíme. ¿Vos no tenes madre?
-Si la tengo. Pero no te voy a decir donde vive.
-Supongo que vivís con ella. Si no que haces por aquí todo el tiempo
-Y que te puedo decir... no no te puedo decir nada
-¡Entonces no me sigas más! dejáme tranquilo
-¡Está bien! Te voy a decir, vive en la calle los Arrayanes 332
Allá voy. Es el cementerio.
¡Tremendo hijo de su buena madre! me está tomando el pelo, cuando lo agarre lo mato.
Lo espero. No da señales de nada. Hasta que aparece haciéndose el canchero.
-¡Hola!- me dice, cruzando la pierna y la mano apoyada en la pared.
-¡A sos vivo vos! ¿Vistes donde me mandaste?
-Si se me olvido darte su nombre, perdonáme
-¡Que perdonáme ni que perdonáme! Me mandaste al cementerio pendejo.
-Si querés saber más, anda a la biblioteca del diario y averigua, como era este edificio hace muchos años.
Y se esfumó.
Entonces voy. La curiosidad me desborda. Envuelto en papeles viejos y el polvillo qué me hace estornudar hasta el apellido, termino cansandomé de buscar. Es mejor abandonar esta investigación ridícula, sin embargo… creo que es esto. La noticia dice así.
Voraz incendio, toda la familia Urteaga murió, lamentablemente debido al siniestro no se pudo encontrar el cadáver del niño Pablito Urteaga.Y dan los datos de toda la familia.Fecha Enero de 1910.
Siento pena y a la vez impresión porque creo que ya se con quien esta frecuentando mi apreciada persona estos últimos tiempos. Pero porque a mí, me pregunto, porque a mí.
Pasaron varios días hasta que lo veo. Por un momento pensé que no volvería. Sin embargo allí está. Como siempre, en el pasillo.
-Ahora lo entendés todo, me dice con su carita triste.
-Si-le contesto- ¿Pero en que puedo ayudarte?
-Quiero que me ayudes a partir, a encontrarme con mi mamá.
-¿Y qué debo hacer?
-¡Justicia!
-¿Qué cosa?
-¡Los que hicieron eso tienen que pagar!
-¡Ah no! También loco además de fantasma
-¡No si! -se pone furioso- ¡Vos haces una parte y yo hago el resto!
-¿Vos querés que yo mate a alguien? ¡No eso si que no!
-¡De ninguna manera! Eso podría hacerlo yo. Pero es que tengo que hacer una justicia buena para poder reunirme con mi mamá.
-¡Ha pasado mucho tiempo Pablito!
-El que provocó el incendio fue mi tío para quedarse con toda la herencia. Éramos millonarios. Yo lo vi todo y lo escuche todo. Su descendencia tiene el dinero, ahora vos te encargarás de quitársela. Yo hago el resto. Yo te ayudo. Vos me ayudas a mí. Yo te ayudo a vos. Y así. Jeje.
-¡Que culpa tendrá esta gente, si la macana se la mando el delirante de tu pariente!.
-En eso tenes razón, pero…esa fortuna no les pertenece.
-¡No! Decididamente no. No me animo
-¡Así que sos cagón! Pero mirá vos. Con que esas teníamos
-¡A mí no me digas cagón! Pendejo de mierda. ¿Qué te pensás?
-En una jugada de póker. Tú lo sabes hacer. Ya te dije yo muevo las cartas. A mí no me ve nadie.
-¡A mira! ¿Y con quien sería la partida?
-¡Ah turrito veo que te empezó a gustar! Si porque crees que te busque a vos. Por bueno no, menos por lindo. Porque sé que juagas bien ¡Y cómo te gusta eh!
-¡Bueno bueno! Vamos al grano de una vez- le digo
-Mi descendiente, tiene unos cuarenta años, va a una casa de juego de la calle el libertador al 900. Allí se juega fuerte, se apuesta todo. Si bien es mucho el dinero que tiene, cuándo este perdido le haremos firmar unos documentos y esa será su peor noche, porque estará tan borracho que lo firmara todo.¡ Y …que dices!
-Todo bien.¿ Pero cómo le digo que firme?.
-¿Conoces al dueño del garito?. No me digas que no, hombre de la noche…
-Tengo que pedirle que sea nuestro cómplice.
-Y si, ese se prende, ya lo estuve investigando. ¡Qué te parece! el cincuenta por ciento para vos, el diez para el dueño del garito y el cuarenta para mí.
-¿Y qué vas hacer con ese dinero? Si a vos no te sirve.
-Todo a su tiempo, ya verás.
Y así es como organizó todo.
Llega el momento. Llueve y hace frio. Una noche espantosa para tremenda hazaña. Conozco al tipo. Un ricachón engreído, de esos que se llevan el mundo por delante. Mejor, así no sentiré culpa. La partida comenzó. Va ganando el pariente de mi amigo. Qué bien juega el condenado. Creo que todo está perdido. Empiezo a preocuparme.¿ No será una joda de este hijo de puta? ¡De las que está acostumbrado hacer!. ¡Qué imbécil soy! Caí como un chorlito. Ya estoy mirando la puerta. Estoy viendo como rajar de aquí.
De pronto alzo la vista y lo veo, paradito enfrente de mí, serio, concentrado en el juego, entonces me vuelve el alma al cuerpo.. Me hace una guiñada de ojo y el juego comienza a cambiar a mi favor. En una de esas lo veo que pone algo en el vaso del tipo. Al rato ya no sabía quién era. No quería abandonar. Firmaba documentos unos tras otros. Estaba empecinado en ganar, pero no pudo.
¡Aquella noche fue genial! El descendiente del que se había robado toda la herencia de aquella pobre familia, se la despilfarraba en el juego y ahora le había llegado la hora.
Era bueno en el juego el maldito, pero con la ayuda de Pablito pudimos sacarle hasta el último peso. Quedó tirado en la calle con lo puesto.
Me toca a mí cobrar el dinero. Todo está muy bien organizado.
Pagamos el diez por ciento al dueño del garito que era mucha plata, este se quedo más que feliz, tanto dinero ganado en una sola noche, jamás se lo imagino ni siquiera en sueños.
Y yo que puedo decir bendigo al fantasma. Soy rico gracias a él. Pero por cierto no sé donde se metió.
Pasaron varios días, tengo el dinero de Pablito. No sé qué hacer con él, y este que no aparece por ningún lado. Se lo tengo que cuidar por las dudas.
Quiero viajar a Europa pero hasta que no aparezca no me puedo ir. Soy hombre de palabra.
Al llegar a mi casa. Ya no vivo más en el departamento. Ahora tengo un chalet. En el espejo de mi dormitorio hay una inscripción. Te espero en la tumba de mi madre, vos sabes cómo se llama.
                                                          ***********
-Allí esta, paradito al lado de una vieja tumba.
-¡Quiero!- dice- Que arregles un poco la tumba y que nunca le falten flores. .-se quedo pensativo... se sienta- ¿Sabes?-  dice- En mi andar por este mundo durante tantos años he visto muchas cosas. Fui un niño rico. A mí nunca me falto nada hasta que paso aquello.
En uno de los espejos de tu casa también te deje otra dirección. Deberás ir allí. Te encontrarás con un niño que tiene un amigo imaginario. Te darás cuenta quien es je je. Yo le prometí que le regalaría una casa. Y que nunca más su familia pasaría hambre. Ese dinero es para él. Son siete hermanitos varones, el es el mas chiquito jeje y son muy pobres. Su padre está muy enfermo y ya casi no puede trabajar. Todos andan pidiendo. Yo lo conocí en la calle, cuándo andaba mendigando. Entonces prométeme amigo que cumplirás con tu palabra.
-¡Te lo prometo! Todo será como tú me lo estas pidiendo
-Se que lo harás, eres un hombre bueno. No me equivoqué al elegirte.
-Quiero hacerte una pregunta. ¿Porque lo del incendio del D?
-¡Ah! Estaba jugando un ratito. Pero tenía todo controlado.
-¡Fue muy lindo! –Oh dios mío estoy llorando.-¡ Conocerte!
-Sin lágrimas amigos, no seas flojo.
-Es que te tome cariño que lo pario y pensar que al principio me daban ganas de matarte mirá...
-Bueno… ha llegado el momento de la despedida. Ahora si voy a encontrarme con mi madre.
-Adiós amigo…
-Adiós- y se esfumó.
Me fui silbando bajito. Mirando las estrellas. Seguramente allí estará. Una ráfaga de viento suave me acaricia. Que angustia tengo, lo voy a extrañar, después de todo me había acostumbrado a su presencia. ¡Que lo pario! ¡Estas lagrimas de mierda! No puedo dejar de llorar. Otra ráfaga de viento mas fuerte me envuelve y me tira varios metros, caigo de jeta al piso. Escucho la risita. Creo que ahora si se está despidiendo. Ahora si se fue para siempre.
Yo si tuve un amigo imaginario, tan real como la vida misma.
fin
estela jaeltete
relatoscortosjael.blogspot.com



lunes, 6 de octubre de 2014

ROSAS DE INVIERNO


ROSAS DE INVIERNO
Subió las escaleras arrastrando su pollera, por los escalones gastados del viejo edificio de la calle Perú. Sus manos sintieron la humedad de Buenos Aires al sostenerse en la baranda de madera. Con dificultad sus piernas hicieron un esfuerzo para llegar al segundo piso y tocar la puerta del departamento de Andrea John, una extranjera llegada no hace mucho al país, quien dormía profundamente a esa hora de la mañana, las nueve para ser más exacto. La despertó el golpe en la puerta y sus pies se deslizaron por el parquet de su amplio departamento, se pregunto quién sería, había olvidado que ese día llegaría Leona, la vieja empleada de don Isaías, viejo millonario que vio nacer a su empleada en la mansión de Palermo. Quien nació, creció y sirvió desde niña a su familia. Antes de morir se la encomendó a Andrea como su más preciado tesoro, le pidió que la cuidara, ya la pobre no era mucho lo que podía hacer.
Andrea estiró sus brazos para despertarse, sus cabellos despeinados, los parpados pegados después de una noche trasnochada. Abrió la puerta, vio aquellos ojos cansados de tanto mirar la vida, invadiendola en una inmensa ternura. Entonces comprendió a Isaías porque se la encargo tanto._ ¡Tu eres Leona! –dijo aquella boca extranjera, al mismo tiempo que una sonrisa se dibujaba en sus labios. La anciana la miro sin sorprenderse, solo emitió un –Si señorita -y esperó que se le ordenara lo que tenía que hacer.
Sé le destinó un cuarto pequeño, como el que tuvo en la mansión de Palermo. Toda una vida metida en aquellas cuatro paredes con ventanal al jardín, era lo único lindo que tenia, la vista de las plantas verdes que le provocaban una esperanza en la vida, la que nunca llego hacerse realidad en aquellos sueños de chica pobre nacida en la nada. Hija de una mucama engañada que la dejo a los ocho años para partir hacia otro mundo, un lugar de donde no se vuelve y a su edad recién empezaba a descrubrir.Fue así, de repente, que conoció el rostro de la muerte, devorando sin piedad lo que más amaba.
Se quedó así quietita como está ahora en ese cuartito chiquito, viendo como en una vidriera la vida le pasaba a los otros, porque ella solo había nacido para ser espectadora. No tuvo novio  porque fue poco lo que salió, se sentía más segura en aquella inmensa casa de gente rica que caminando en las calles de un Buenos Aires atrevido, donde los hombres la miraban, las parejas se besaban en la calle, en los trenes, en todas partes y ella, que hacia allí, ese no era su lugar, era mejor estar metida en la cocina lavando las ollas  o pasando el lustre a los finos muebles ajenos, que andar por la calle caminando sin rumbo ,si ni amigas tenia, ni familia donde ir a llorar sus penas.
Isaías era elegante, educado y bien parecido, su presencia impactaba en cualquier lugar que fuera. Era el único que le hablaba. Le preguntaba aquellas cosas simples que tenían que ver con una niña y más tarde con una muchacha, así, a medida que pasaba el tiempo el preguntaba y ella respondía con la simpleza que la caracterizaba, cabeza gacha y una tímida sonrisa que le provocaba el señor de la casa.
No tuvo fiesta de cumpleaños a diferencias de las tres hermanas de Isaías que tiraban la casa por la ventana cada vez que llegaba un nuevo aniversario de su inútil existencia. Era Isaías que cada año le regalaba una rosa a la que guardaba en un libro y así tuvo muchas rosas secas en aquel libro que iba envejeciendo junto a ella.
Los señores de la casa un día se fueron, como lo hiso su madre aquel día en que ella tenía ocho años. Entonces, ella quedaba sola en su casa viendo como los demás despedían a sus seres queridos, ella no podía estar, como hacerlo si era simplemente la sirvienta. 
Los años pasaron y el tiempo fue dejando huellas. Los cuatro hermanos quedaron para vestir santos. El amor había pasado de largo en la mansión del barrio de Palermo, como que no se había animado a entrar en aquellas vidas. Fueron ellas las que se fueron a vivir a Europa dejando solo a Isaías en la vieja mansión. Solo, con Leona. Él, en su amplia sala leyendo algún libro para soportar la soledad y ella en su cuartito chiquito observando las plantas verdes del jardín,viendo pasar el paisaje desolado del invierno, o aquellos brotes de primavera que solo parecían revivir en las plantas porque en las personas de aquel lugar ya nada renacía. Don Isaías comía solo en la mesa larga del comedor, ella lo hacía en la cocina. Después el personal se marchaba y la casa quedaba con aquel silencio que lastimaba el alma. Así pasaban los días conviviendo con la soledad.
Aquél día Leona caminaba por el gastado piso del jardín. Cuántos habrán caminado por aquel sendero rodeado de flores. El frio la abrazó y ella cubrió su cuello con la manta, Isaías la miraba mientras cortaba una flor de aquel invierno que parecía no querer irse.-Feliz cumpleaños - le dijo –este año es una azalea no hay rosas. La sumisa mujer tomo la flor, lo miro a los ojos y sonrió.Ese día hablaron mucho, como si en un instante se le fuera el tiempo, supo todo de él y él lo poco que Leona tenia para contar de una vida demasiado simple. 
Lo vio caminar cansado, lo acompaño a partir en aquella fría tarde de invierno, en aquella soledad sin sentido en que los sentimientos reprimidos dejaron huellas en los habitantes de aquella casa. Después junto todas las rosas secas que tenía guardado en aquel libro de hojas amarillas con olor a humedad y las dejo entre sus manos. Sé ahogo en lágrimas, no pudo respirar, demasiado tarde para escuchar de su boca aquella tarde de invierno donde el frio te lastima, que no conoció el amor, fue lo último que dijo y se fue en paz, con sus rosas secas entre sus manos.
Ahora está en el cuarto chiquito del amplio departamento, ahora no hay ventanal, ni el verde de las plantas, solo un pequeño ventiluz que deja ver el cielo gris de Buenos Aires. 
Es muy tarde, la señorita Andrea comienza a trasnochar en la sala del departamento, escribe una historia que le cuesta continuar. Sus pies siempre descalzos deslizándose por el parquet llegan y se detienen frente a la pequeña habitación de Leona –¿Sabes Leona? No puedo seguir con mi historia, es un cuento, pero no puedo continuarla. Entonces Leona la mira con los ojos del tiempo, tan fina y distinguida Andrea, tan joven para continuar una historia no vivida, se pregunta que sabrá de aquellos personajes. –Señorita, no es usted quien tiene que escribir la historia, deje que lo hagan ellos, si no es hoy, algún día será.
Se quedaron hasta tarde conversando, era la primera vez que Leona no sentía la soledad, podía hablar con alguien de igual a igual.
Apenas unos días habían pasado de su llegada y ya se perfilaba la primavera, comenzaba a sentirse en el aire aquel aroma tan especial, entonses llego la inevitable pregunta -¿Quieres venir conmigo a Londres? No hubo mucho que pensar, un sí como respuesta fue todo. Sintió en aquel momento que ya daba lo mismo, no tenía un país que extrañar porque ni siquiera lo había conocido, ni cuartito con ventanal, ni el verde de las plantas que fueron su nido toda su vida. Ahora todo aquello era un recuerdo, solo le quedaba un libro viejo entre sus manos y una azalea aun sin marchitar.
La señorita Andrea, de sonrisa sincera y acento extranjero, tiene los ojos claros y sus cabellos son rubios, se desliza por el piso de parquet con sus pies descalzos, escribe toda la noche, por las mañanas duerme. Leona le enseño a tomar mate. Después se va dormir para no interrumpir la inspiración de aquella joven escritora.
 La señorita Andrea prepara un almuerzo, pone dos platos en la mesa y la invita como todos los días a sentarse frente a ella. Ahora Leona habla de cosas simples, le cuenta alguna historia de vida, de otros, de su época, la muchacha la escucha con atención. Por primera vez siente que la vida la acaricia.
Subió al avión con sus piernas cansadas y sus ojos vieron por última vez el cielo de Buenos Aires. Entonces, antes de que se marchitara en su libro viejo arrojo la última flor que un hombre le regalara.

 

R



TU ABRAZO

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Si alguien me adoro en la vida, ese fuiste vos, en silencio, con ese amor único y verdadero que sienten las personas buenas. 
Me adoraste desde el momento en que nací y cuidaste de mí en cada instante de mi vida.
Creí, que algunas cosas eran para siempre, sin embargo, la vida me demostró que solo existen momentos, qué todo pasa, lo malo y también lo bueno.
Soy la menor de cinco hermanos varones, fui para ellos algo así como una mascota,  de esas que se llevan a la cancha o al potrero , dejándola sentada en un banquito mientras ellos juegan a la pelota, para más tarde enseñarle a patear convirtiéndola en la princesa del equipo. 
Y así, mientras mis muñecas lucían impecables entre sedas y puntillas, mi infancia transcurría entre camiones, bolitas, y ni que hablar de subirme a los arboles, en eso, era campeona.
Para mi madre, era una muñequita almidonada, con chuflos y cintas cayendo sobre los hombros, perfumada desde que me levantaba, hasta que me agarraban los chicos y todo se esfumaba en un instante.
 Las veces que se enojaba con ellos, amenazándolos con que –no me llevan más a la chica- pero era inútil yo era de ellos, solo de ellos.
Para mi padre su tesoro más preciado, creo que siempre sintió miedo de haber tenido una hija mujer.
Olía a tierra, a humedad, a taller mecánico y siempre la cara sucia, tanto que me quedó de apodo "Carita Sucia" me decian. 
Así pasaron mis días creciendo entre pantalones y no solo los de mis hermanos sino también los de sus amigos, en especial los tuyos. 
Té llamabas Julio, eras demasiado alto y flaco para tu edad, el más chico de todos. Te la pasabas todo el día metido en casa. 
Desde la cuna me alzaste en tus brazos, hasta me diste alguna que otra mamadera, y así, siempre a mi lado. 
Recuerdo aquella navidad en que trajiste escondido en tus bolsillos un papa Noel chiquito, que habías sacado del arbolito de tu casa, y juntos, lo pusimos en el mío.
 Eras el que me limpiaba la cara y la nariz cuando estábamos en el taller y yo que era tan toqueta, siempre terminaba toda engrasada. O cuando me caía en la cancha tratando de hacer un gol me levantabas del piso y me cargabas en tus brazos. Siempre en tus brazos cálidos y protectores. Simplemente, el que estaba siempre en todo acontecimiento, guiñándome un ojo de complicidad.
 Pasaron los años, entonces, yo te quería como a uno más de mis hermanos, o como a mi hermano preferido. 
Jamás pensé que te estabas enamorado de mí, porque a mis catorce años ya me veías de otra manera, pero no se te notaba, además que por entonces tenias veinte y yo era una niña para vos.
Me gustaba andar descalza, así me sentía más libre, lo hacía desde niña, en aquellos veranos que el sol quema el aire y no te dejaba respirar. Mis cabellos desalineados y siempre una solera, eso era todo, no necesitaba más para ser feliz.
También recuerdo los comentarios que venían de los demás sobre vos,
-Es feo el flaco, pero... las vuelve loca a todas.
-Salió mujeriego el Julio, no hay mina que se le resista.
- Es flaco, narigón y seductor- y venían las risas.
Todo aquello me ponía muy celosa, el solo hecho de pensar que te fueras de mi lado y mi abandonaras me ponía tan mal que cuando te veía te peleaba.
-¡Que pasa que estas tan odiosa con Julio!  -preguntaban algunos.
Como toda pendeja que no sabe lo que quiere, creo que mis sentimientos por aquella época estaban bastantes confundidos, tanto que que me enamore de un compañero de la escuela. 
Seguramente fue el encanto de vernos a escondidas que potencio la pasión, además a esa edad se confunde atracción con amor.
 El tenia solo un año más que yo y me buscaba, me esperaba en la esquina de casa o cuando salia del cole. Me persiguió tanto que finalmente me consiguió. 
Entonces era fácil soñar y decir palabras bonitas que para una niña como yo eran creíbles y sinceras, sin darme cuenta que el también era demasiado chico. Así transcurrieron unos meses viéndonos cómo podíamos, mis hermanos eran tan cuidas que de darse cuenta no se qué hubiera pasado.
Aquella tarde lloviznaba y todo parecía ponerse de acuerdo,  fue tan solo un instante en que todo se transformo, como su  rostro que paso de la alegría al desconcierto, no sé si me miraba con odio o con desesperación, pero después se alejo sin decir nada, no lo seguí, sentí que tenía que dejarlo, así era mejor.
Fui a su casa, así, como si fuera una sinvergüenza que le va a pedir algo que no le pertenece. Recuerdo que me atendió su madre y antes de cerrarme la puerta en las narices me dijo que ya no estaba.
Un nudo en la garganta y el llanto que no rompía, la sensación de que ya no había más, todo estaba allí en aquel instante, en que el piso se movía y me tragaba, en que las cosas no son como uno se las imagina, no todo es tan blanco y hasta las relaciones se terminan en un instante para darnos cuenta que no sabíamos con quien estábamos o que simplemente nos equivocamos.
Deje de comer y caí en cama. Mi madre se había dado cuenta, ya no lo podia disimular. Mis hermanos que no eran tontos, se lo preguntaron y ella no pudo negarlo. Mi padre fue el último en enterarse o a lo mejor ya lo sabía pero se hacia el disimulado, porque sufría en silencio.
Lo fueron a buscar pero su familia ya lo había sacado de la ciudad. Hubo trompadas con el padre y sus tíos, fuiste vos el que puso tranquilidad.
A mí no me hablaban, me habían sentenciado, decían que mi madre me apañaba, pero no era así. Y mi padre, seguía guardando aquel silencio que me partía el alma.
El único que me hablaba y no dejaba de sonreír eras vos. Siempre estabas en los momentos más importantes. Pasabas a mi lado acariciándome la cabeza, me preguntabas cómo estaba y me decías   -Ya se les va a pasar.
 Una tarde te vi observándome, te encontrabas parado en la galería, hoy me pregunto qué sentirías, porque si habías empezado a enamorarte de mí, además de haberme cuidado desde que nací, seguramente estarías sangrando por dentro.
Cuando mi panza se empezaba a notar mi padre me abrazo y me dijo que no estaba sola, hubiera preferido que no dijera nada, porque comenzó a crecer en mi aquel sentimiento de culpa que hacía que huyera de todos.
Aquella tarde también lloviznaba, como la otra en que lo vi por última vez, solo que esta nacía mi hijo, entonces me acompaño mi madre y cuando finalmente conocí su rostro, fueron apareciendo de a uno como quien no quiere la cosa, mirándolo de reojo y de lejos, vi como se le llenaban los ojos de lagrimas.
Sabía que mi padre no vendría ¡Pero vos! ¡Dónde estabas ¿ Es posible que esta vez no estuvieras a mi lado? No quise preguntar, tuve miedo a la respuesta, quizás era demasiado para vos.
Pensaba porque no habrías de venir ¿Porque si todavía me dolía el abandono del padre de mi hijo, me preocupaba tanto tu ausencia?
 Estaba cabeceando porque el sueño me vencía, entonces, apareció un oso tan gigante que apenas entraba por la puerta, atrás suyo estabas vos, con tu eterna sonrisa que me hacia olvidarlo todo. Jamás te vi enojado, eras la alegría misma. El inmenso peluche tenía un cartel que decía- Déjame amarlo. Yo reía y lloraba, tu mano acaricio mi rostro y fue la primera vez que percibí su calor, me deje acariciar… tus dedos recorrieron ingenuamente mi cuello y mi pelo, cerré los ojos y sentí que estaba muy lejos de allí, eso era lo que me producía verte y sentirte.
Mi hijo tuvo el padrino mas adorable, vos, y fue por unanimidad, todos los integrantes de la familia así lo quisieron. A veces pensaba en qué lugar de tu vida estaban tus padres, porque yo recuerdo verte largos ratos con mi mama, hablando, tomando mate, contándole tus cosas. Fue a ella a quien le confesaste tu amor por mí, porque ella se daba cuenta y te lo preguntó y vos no pudisteis negárselo. Así eran los dos, unidos como si fueras su hijo, tanto que no se notaba la diferencia con el resto.
A falta de un padre mi hijo fue criado por los siete hombres de la casa, incluyéndote a vos en esa lista. Mis hermanos bastante grandes ya, con novia algunos, se peleaban cuando llegaban del taller para alsarlo, y así fue creciendo, hasta que llego la cancha, las bolitas, y todo lo que realmente un varón debe tener, a diferencia mía que me criaron de la misma forma siendo una nena. Jamás creo haber sentido tanto amor, yo los adoraba, eran mis hermanos, eso que te da la vida y es impagable, un regalo de Dios, tu pura sangre, porque ellos si llevan tu sangre, bueno, vos no tenias una gota de la nuestra, pero tenias el alma impregnada de nosotros, eras tan amado por los chicos que si un día no venias te iban a buscar.
Novias, hubo algunas que transitaron por aquella casa, pero ninguna dejo huellas.
Cuando el niño tenía diez años, vos ya ibas por los treinta y dos y no te habías casado todavía, mis dos hermanos mayores, ya andaban en esos trámites, ya era tiempo.
Con todo aquello éramos felices, formábamos una familia grande, con los problemas que todos podíamos tener, pero siempre unidos, todos juntos en el mismo barco.
Fue aquel invierno que mi madre enfermo, entonces supe lo que era ser fuerte, lo que era actuar con la razón escondiendo el corazón, porque al verla sufrir tanto, solo le pedí a Dios que se apiadara de ella.
Nos dejo una mañana no se dé que mes, ni a qué hora, ni si había sol, solo sé que no recordé más, no quise saber, pero eso si algo paso en mí que me volvía a la realidad lentamente, sentía tus brazos conteniéndome, tu aliento en mi nuca y tu olor a hombre me hacían sentir segura y me gustaba que estuvieras, entonces yo me abandonaba en vos y el dolor se confundía con tu imagen.
Mi hijo amaba a sus tíos, jamás sintió la ausencia de su padre, pese a que yo intente explicarle, el no me quería escuchar.
Cuando cumplió catorce años apareció su papa arrepentido, estaba casado y tenía dos hijos, tuve que dejar que se lo llevara de vez en cuando porque la ley así lo quiso. De mi parte pensé que tenía derecho a conocer su identidad y creo que mi familia también.
Conoció a su familia y de apoco fue encariñándose al punto que yo me daba cuenta como que se avergonzaba de nosotros, ellos tenían dinero y otro lugar en la sociedad, el tenia esposa e hijas, lo que hacía que el viera una mamá, un papá y dos hermanas. Pasando el a ser el hermano mayor, algo que él no tuvo conmigo.
Me dijo que el necesitaba una familia, aun cuando aquella mujer no era su madre sentía que tenía un lugar en el mundo. Recuerdo bien que por aquellos dias alguien comento, -Que va a necesitar una familia, si ya la tiene, lo que le gusta es la plata- y eso me dolió en el pecho.
¡Un lugar en el mundo! ¡Dios mío! como si todo fuera apariencia, pero le habían llenado muy bien la cabeza.
Entonces, se fue y no volvió más, me venía a visitar pero enseguida se iba, se sentía incomodo, cuando yo lo iba a ver me recibía mal, hasta que un día, me pidió que no fuera más.
Lo esperaba todos los días a la salida del colegio y lo miraba de lejos, temía acercarme y que me rechazara. Así eran mis días, no tenía resignación. Lo comente con su padre, le pedí ayuda, me contesto que él no podía hacer nada, que era su decisión y había que respetarla.
Me contuviste como siempre y te vi llorar. Juntos sufrimos aquella decepción y me dijiste con la simpleza de chico de barrio que te caracterizaba, algo que jamás olvidaré -Lo criaste bien, solo que te salió chueco y finalmente mostro la hilacha.
Mis hermanos al igual que mi padre estaban deshechos, aún así trataban de darme fuerzas.
 Yo no hablaba, me había quedado encerrada en mi dolor.  No tenia sonrisas, ni lagrimas, ni  siquiera vida,absolutamente nada, era una muerta en vida. Deambulaba por la casa como un fantasma. Estaba porque tenía que estar. Por mucho tiempo no salí a la calle. Creo que de alguna manera aquello nos marco a todos, fue algo que no lo esperábamos, siempre habíamos sido una fumilla simple y unida.
Fue tu mamá quien me dio la contención de una mujer, gracias a ella comenzé a hablar, a comunicarme con los demás.
Lamentablemente mi papá enfermo, mi viejito no soporto tantas perdidas, su compañera primero, después mi hijo, y verme a mí derrumbada fue decayendo lentamente, hasta que un día su corazón dijo basta.
Después de esto no nos vimos más, cada cual siguió su camino, todo fue un dulce recuerdo, de esos que jamás se olvidan, pero ya no están, solo queda el dolor y el resentimiento hacia la vida.  Ya nadie quiere venir a la casa, esta tan sola, sin sonrisas, sin juventud, sin sueños, para que estar, es mejor huir.
Hace mucho tiempo que vivo sola, todos se casaron y se fueron, hasta vos me dejaste, te fuiste a trabajar al sur. Supe que siempre me habías amado en silencio, sin decirme nada que yo pudiera mal interpretar. Aquel día te acompañe a la estación de tren, una vez más sentí tu abrazo que me quemaba por dentro, quise decirte que te quería y espere que me dijeras que me amabas, pero los dos callamos. Vi partir el tren como en los cuentos, solo que este tren era mío, entonces, sentí que te había perdido, y con vos se iba la última esperanza que pudiera quedar en mi de algo bueno.
Te extraño, donde estarán tus abrazos que eran tan míos, si supieras como me sentía cada vez que me envolvías en ellos, no te lo dije, pero así, en ellos me fui enamorando, aunque mi orgullo no me dejaba demostrártelo. Ahora me pregunto dónde estarán, eran demasiado apasionados para quedarse solos.
Suelo ir al mercado, las escucho murmurar detrás de mí, se nutren sus lenguas con la desdicha ajena, pero no me preocupan, sigo mi camino y me doy cuenta que falta poco para navidad, no la festeje mas, para que, si ya no queda nada.
Al llegar a casa, veo la escalera que me lleva al altillo, se que allí está el pino con sus adornos y subo casi sin darme cuenta. Estoy temblando, hace mucho que no tenía sensaciones, porqué después de tanto llorar me vacié por dentro.  Lo rescato de unas cajas, lleno de tierra, cada rama y cada adorno es un recuerdo, allí hay una persona que dejo huellas en mi, es la vida en una caja guardada en el tiempo que aparece ahora para estrujarme el alma y llorar de emoción, por ¡DIOS! que sola estoy.
Entonces lo veo, allí está el papa Noel que me regalaste cuando tenía cinco años, el que habías quitado del árbol de tu casa, entonces siento que te perdí para siempre, porque en estos momentos quizas, ya te hayas casado, o vaya a saber de tu vida,se me arruga el corazón, lo estrujo contra mi pecho...después, lentamente comienzo a bajar las escaleras.
Siento tu aroma, huelo profundamente tu perfume varonil, tengo miedo de girar, me quedo así un instante, o Dios mío no se que hacer. Me quedo asi quieta, sin respirar,  lentamente doy la vuelta…
Allí estás… con tu enorme sonrisa, tu mechón cayendo en tu frente asiéndote parpadear.
Tus ojos enamorados adorando  mi ser.
Corro a tus brazos.
Yo, después de tanto…vuelvo a sonreir..

fin
estela caruso jaeltete
relatoscortosjael.blogspot.com

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