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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Las tazas pintadas de azul



 Prepara café en la taza de flores pintadas de azul, traídas de Italia por su abuelo, en aquel viaje que izo en su juventud en busca de nuevos horizontes, vamos hacer la América decían. Y así fue, solo que trabajo tanto y amasó una modesta fortuna que no le dio tiempo de volver a su tierra. Y se quedo con la ilusión del regreso en algún lugar de su memoria.
Y así como su abuelo el tiene ahora eso  que creyó estaba olvidado. A él también le paso lo mismo. En algún lugar tenía guardado su perfume, su boca, su aliento y ahora, todo aquello que creyó olvidado, renace en el recuerdo de aquellas épocas vividas.
Justo hoy que parecía estar todo tan calmo. Ahora que se va a casar, recién ahora a los treinta y ocho años.Aunque Jamás quiso hacerlo, no sabe si porque le gustaba vivir solo o por aquel desengaño, ni él lo supo jamás.
El caso es que justo hoy cuando estaban haciendo un operativo, al desviar la vista, se estremeció al verla. Todo cambio en aquel momento, su rostro se ilumino de felicidad, justo en aquel momento que estaban haciendo aquel trabajo tan difícil, aparecía ella, como ayer, con su sonrisa a flor de piel, invitándolo una vez más.
 Aquel encuentro de miradas que se devoraban fue interrumpido cuando se llevaban a aquel desdichado esposado, demasiado joven para robar pensó, en los años que llevaba no se acostumbraba a ciertas cosas. Controlo que todo estuviera en orden y al volver la vista ya no estaba. La decepción y la angustia se apodero de él. Se quedo mirando hacia qué lugar se podría haber ido, pero fue en vano, quizás, pensó, ya nunca más se la volvería a cruzar.
Quiso ir caminando a su casa, despacio, como si en aquel andar podía recordar parte de sus cosas vividas, aquellas que lo fueron marcando.
 Fue verla para que todo en el girara en el tiempo. Que había sido de su vida en los últimos años, si tan solo hacia diez meses que tenía una relación sin saber siquiera porque, quizás por costumbre, quizás porque se dejo llevar.
El tema es que ahora se casaba y no quería, algo en él lo había puesto en la realidad. No sentía nada por aquella mujer, si ni siquiera él le pidió matrimonio, fue ella la que planeo todo y el solo dijo que estaba bien.
 Se sentó en la plaza de aquel día que adormecía y se quedo mirando los niños jugando con sus padres. Entonces se dio cuenta que no había tenido hijos. Como hubiera sido ser padre, mas aun si ese hijo hubiera sido de ella. Otra vez ella en su pensamiento, otra vez ella en la escena de su vida, pero porque si lo marco tanto la dejo ir.
 Ahora, cree haberla visto, si fue real se esfumo una vez más
 Recordo aquel niño descalzo, sucio y harapiento que vieron juntos, la primera vez que se cruzaron sus miradas en aquella tarde en que el estaba haciendo su trabajo en aquella zona olvidada por los hombres, en donde la pobreza hace estragos con los más pequeños.
 Ella realizaba tareas comunitarias. Fue aquel niño que los unió. Los dos se quedaron observándolo, después vino todo lo demás. Quería la custodia de aquella pobre alma inocente y el la ayudaría a lograrlo.
 Porque la dejo ir se pregunta, si la pasión y el cariño se confundían en aquellas noches en que el reloj se detenía, hasta que los primeros rayos de luz del día los sorprendía abrazados en su cama.
Seguramente ahora al verlo le sonrió como se le sonríe a un viejo amigo, al que se lo recuerda con afecto en el tiempo, fue eso y nada más, después, ella siguió su camino.
Ya es de noche, se ha hecho muy tarde, demasiado tarde. Ahora su antigua casita de barrio donde se crio, lo espera para abrazarlo en su soledad. Las tasitas de café con sus flores pintadas de azul lo esperan en la fría noche de julio. Ellas permanecen en el tiempo, fieles al aroma del café, con historias guardadas. Sus dedos acarician suavemente la fina porcelana.
 El suave golpe en la puerta lo sorprende, sus pasos lentos, sin ganas, se deslizan hacia la entrada. Al abrir la puerta aquella vos que le dice – En esta noche tan fría, todavía tienes las tasitas de café pintadas de azul?


estela jaeltete