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domingo, 19 de enero de 2025

LA NOCHE DEL DIABLO (Paisaje de la demencia)

 Sigo  la noche por un camino angosto y sinuoso, lleno de sombras peligrosas como fantasmas al acecho, de un lado los matorrales  y a mi derecha árboles y arbustos que me estremecen, demonios que la noche esconde, oscuros y maleficos.  Siento pasos detrás míos, cada vez mas cerca,  una respiración profunda, agitada, volteo, no hay nadie, a menos que su humanidad se haya escondido, estoy segura que me siguen, comienzo a correr más rápido,corro, corro  hasta desfayecer, me detengo un instante, trato de calmarme,  siento su presencia, no quiero ver, es mejor creer  que soy yo, que es el ruido de mis pies corriendo desesperadamente sobre las hojas que hay en el camino que van crujiendo y mi corazón que parece se va a detener 

.
Creo que hay algo malo que habita la noche, lo presiento, algo ha sucedido y no se que es.
Solo la luna llena y yo en la noche.nada más.

Al día siguiente los prepararivos de boda de una prima han revolucionado toda la casa de campo .Todos los parientes adornando el patio. En la cocina huele rico, las mujeres horneando los platos dulces y lo que será la torta. Los hombres arman una carpa por sí llueve. En el patio las mandarinas nos regalan el paisaje de este verano que parece ser diferente.
De pronto todos van al camino de ingreso, esta la policía, lloran, gritan y me miran. La abuela me abraza. Es el uniformado que me dice que encontraron mi auto en el camino y dentro se encuentra mi esposo, degollado.

Ha pasado un año , yo abandono  el paisaje de las patéticas paredes del psiquiátrico que me guardaron después de aquel fatídico día en que todo cambio para mi.
Al regresar a la casa de campo un sillón en el patio me recuerda que alguna vez hubo amor en aquel lugar, en el piso lo que quedó de aquel día, parecen restos de globos, guirnaldas, y otras cosas, un basural. Solo quedan las plantas de mandarinas, cargadas de sus frutos, que una vez más denuncian un verano caluroso .
Estoy sola, una mujer cocina y me da la medicina. 
Comienzo a darme cuenta que alguien se está comiendo las mandarinas porque hay cáscaras en el suelo.
La mujer las recoge y se queja, - todos los días lo mismo -dice - quien será, si lo agarro.
En un amanecer confuso y caluroso mi cuerpo pide algo de fresco, tengo mucha sed, demasiada, un fuego quema mis entrañas, el árbol de mandarinas saciará esa sed que me pone nerviosa, muy nerviosa, me siento agitada, no me puedo contener, una extraña sensacion invade mi mente.
 Una vez mas cáscaras de mandarinas en el suelo y más allá la veo,  la mujer que me acompaña esta degollada.
En un mundo incierto donde todo puede ser, mi mente sigue confusa como aquella noche en la que deje mi auto en la ruta averiado y corrí por el campo hasta llegar a mi casa.
El sillón en el patio , el sillón y yo, veo a la familia que anda de acá para allá. No se a que vinieron. Yo los veo pero ellos me ignoran, como si sintieran repulsión. Solo me miran y se van.
Ahora estoy sola, otra vez cáscaras de mandarinas en el suelo y así todos los días y yo sigo sola y confundida, con los demonios en mi mente que no me dejan en paz.
Hay un alboroto en la casa vecina , escucho decir que alguien fue asesinado.

En mi patio todo sigue igual , siempre hay cáscaras de mandarinas en el suelo, es de noche, salgo y lo sorprendo, es un niño chiquito, rubiecito, muy bonito, tendrá cuatro años. El está desnudo, me mira y solo emite gemidos extraños, le ofesco mi mano y mirándome de una manera diabólica, emite una respiración agitada y con su voz apagada me dice, tienes sed,  y comienza a correr y correr por los matorrales, por el camino sinuoso,  por los arbustos y árboles,solo la luna, la noche y el,  hasta que finalmente se pierde en la espesura del bosque.
Todos las noches lo espero, ya no hay cáscaras de mandarinas en el suelo. Ya no queda nada.

domingo, 12 de enero de 2025

LOS PASAJEROS DEL TIEMPO

Una  rara bicicleta y no hacía falta más para llegar a la luna, con una rueda gigante y otra muy pequeña, así era mi bicicleta. En el camino los duendes me acompañaban, uno de ellos el más viejo y gordo iba colgado en la parte de atrás Un vestido largo de satén blanco colgaba de mi cuerpo y el viento lo mecía de un lado  a otro.
Tenía el cabello largo y mi rostro no tenia edad. En las nubes las gaviotas dormían y en las estrellas un coro de ángeles entonaba una dulce melodía de amor.
Un hada barría con una escoba veja y fea restos de estrellas multicolores que se encontraban en el camino con.
 La bruja se había cansado de ser mala, cerro su guarida y se hecho a descansar en un planeta oscuro y frio.
Las palomas enamoradas se besaban apasionadamente y el gato negro de la bruja ahora liberado de su maldad, jugaba feliz con un ovillo de lana en el planeta de la paz.
Un corazón herido naufragaba en el mar porque jamás lo habían amado y llegaba al planeta de los corazones rotos donde estaban los otros que lloraban por un amor.
Todo eso veía yo mientras los duendes continuaban marcándome el camino, hasta que finalmente fuimos llegando a un lugar donde solo existía el silencio y no se sentía ni el frio ni el calor Y así, lentamente fuimos ingresando a la luna.
Mi bicicleta fue descendiendo lentamente y sin hacer ruido alguno comencé a caminar. El lugar era de plata y al final de un sendero había un castillo y en una de sus ventanas se podía ver una mesa muy larga donde cenaban el rey y la reina, cuya corona se podía observar que estaba cubierta de piedras preciosas, produciendo estrellitas plateadas que parecían danzar en su cabeza.
 Un hermoso príncipe se encontraba en una fiesta rodeado de muchas personas. Caminó en lo alto mientras la gente lo observaba admirándolo, se detuvo al ver aquella misteriosa mujer, después bajo las escaleras y llegando a ella, dijo –Ven conmigo-  No la conocía. Sin embargo ella si sabía de el. Salieron a caminar y al llegar a un rio azul,  allí, sus labios se rosaron y entonces entendieron que no eran extraños.
Ahora la luna tiene risos dorados y sus labios se transforman en una dulce sonrisa.
Son pasajeros del tiempo. Ahora se encuentran en la luna y después quizás, será en otra vida.  Siempre, donde quiera que estén se encontraran, no importa el tiempo que sea, no importa el lugar.
Habrá una señal, entonces, sabrán  que allí estarán  para amarse otra vez.

Todo esto veía yo aquel dia en que subí a mi bicicleta y comencé andar por el camino de mi imaginación.

Pertenece al cuento El señor Moon y la luna y la mujer de los pajaros