ELLA
No
me gustaba ir a tu casa, olía a muerte y soledad. Cuando todos
invadieron la finca porque habías empeorado, no quise verte. En realidad
no te conocía, solo sabía que existía la tía Ella. No sé porque te
decían así, si era tu nombre o un apodo, nunca lo pregunte,no me
interesaba.Sabía que tenías treinta y tres años, y que eras la ultima
que quedaba de la dinastía.
Todos
vivieron en la casona y fuistes enterrándolos uno por uno a los
parientes viejos que habitaron sus paredes.Todos estaban al pendiente de tu salud.No sé si te querían. Creo que era porque les
importaba lo que dejabas en herencia, que por cierto era bastante. Así que tus sobrinos, estábamos allí, esperando.A mi,
no me gustaba ni estar cerca de tu habitación. El solo hecho de pensarte
moribunda me daba mucha impresión. Así que dejaba a mi hermana mayor que se
quedara allí y me iba atrás, al descampado que estaba pasando la arboleda que
rodeaba la casa y allí ,me ponía a tomar cerveza y a jugar a las bochas con los
hombres del lugar.
Así fueron
pasando las tardes, noches y días. Todos iban a bañarse al rio y a tomar
sol. El calor sofocante no daba para cuidar a una enferma, total que pasara lo
que tuviera que pasar, y cada cual a seguir viviendo su vida, pero eso sí,
cerca muy cerca de tu cama, no sea cosa, que se perdieran algo.
Fue aquella
siesta en que se habían ido todos al rio, que hice todo al revés, me quedé.
Estaba en el patio, y ante tanto silencio mire la casa y el pasillo largo
que me llevaba a tu habitaciónCaminé sin darme cuenta. Mis pies me transportaban como por inercia a un lugar
desconocido para mi, tanto, que de pronto mis manos se aferraron al picaporte de
la puerta y allí estaba yo, en silencio, observándote.Jamás mis
pupilas vieron un rostro tan bello, pese a las huellas que dejó tu
enfermedad. Tus ojos me acariciaron y en la profundidad del azul de tu mirada
me deje perder y el mundo dejo de existir para mí.
Me llamaste
con tu vos quebrada que era apenas un susurro y me pediste que te llevara lejos
de allí, que nos perdiéramos en la tarde y que te dejara descansar mirando el sol,
bajo los árboles que costeaban el rio.
Te cargue en
mis brazos y solos, sin testigos sentí la suavidad de tu piel. Tu fragilidad me
hacía temblar, sabía que era tu tiempo de partir y que allí estaba yo para
acompañarte en tu último viaje.
Curiosamente
yo, quien no quiso saber de ti, era ahora tu fiel compañero llevándote a
tu última
morada. Montados en tu alazán hasta llegar al rio y allí ,dejándote caer
en la
tibia arena y los arboles siendo tu último refugio,me dijistes que se
llevo la tarde tus sueños de abril,que te quedaste esperando que los
vientos de primavera te cumplieran aquella promesa de amor que se esfumo
con los años.
Te abrasé
muy fuerte porque temblabas de frió, entonces, como al rato cerré tus ojos que
se habían quedado mirando el sol.
Te fuiste
una tarde de verano, allí donde quema las entrañas tu partida, libre de toda
tristeza, ahora no hay amor, no hay espera, ni decepciones, ya no que nada
Después de
aquello jamás volví a aquel lugar, tampoco vi mas a mi familia. No sé porque te
recuerdo ahora en esta tarde de verano, en que el sol quema hasta el alma.
fin