Comían con placer las sabrosas empanadas que la vieja fonda de la esquina ofrecía a sus clientes Cada vez más y más bocas saboreaban con deleite aquellas comidas, como el estofado con papas y arvejas que les ofrecía ese domingo doña Juana, la cocinera y dueña de aquel lugar, la que termino sus tristes días en prisión por haber cocinado tan exquisitos manjares.
Ese lunes por la mañana el personal que recoge la basura, tras haber sentido un espantoso olor que venía de unas bolsas comprobaron que eran restos humanos.
Al ingresar la policía a la vivienda una olla hervía papas. Doña Juana se encontraba sentada en una silla con la mirada perdida, tenía en sus manos una foto de su amante. En un freezer habia restos perfectamente fileteados. Hoy se comería milanesas con pure.
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