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sábado, 28 de julio de 2018

MI LUGAR EN EL MUNDO


Mi pueblo tiene casas pequeñas,
tan chiquitas pero tan chiquitas,
que apenas si puede entrar mi corazon

Tiene ventanas de plata,
donde se puede ver la luz del sol,
y en noches oscuras
se puede ver la luna brillar.

Si puediera tan solo pudiera,
verte una vez,
me quedaria guardada en tus ojos
para vivir siempre en vos

Mi vida tiene espacios pequeños,
donde solo hay lugar para el amor,
y en esos espacios,
guardo celosamente la esperanza de habitar tu corazon

Tan solo quiero verte una vez,
y despues guardarte en mi,
como el sueño mas hermoso
que tuvo mi vida
en mi pequeño mundo.

jueves, 26 de julio de 2018

TREINTA ABRIGOS


                            TREINTA ABRIGOS

En la casa de la familia Paez pasaron varias generaciones disfrutando del lujo y los placeres que solo el dinero puede dar y esta gente valla que si lo tenía.
Como una reliquia familiar, con 99 años vivía Laura Paez, una viejita muy simpática a la que el tiempo la habia convertido en tatarabuela.
Casi ni salía de su cuarto, solo algunas veces cuando lograban convencerla, permitía que la llevaran al jardín.
Miraba siempre las mismas fotografías y acomodaban todo el tiempo el ropero, sacaba sus treinta abrigos, les cambiaba los botones y los arreglaba uno por uno porque decía que estaban rotos.
Era fanática por el hilo, la aguja y la tijera, la que a menudo se le perdía y toda la familia la tenía que encontrar, como si fuera la búsqueda del tesoro.
Y así cosía y cosía la abuelita y los días  iban pasando.
Como decía que tenía jubilación y a su nieto le sobraba la plata, todos los meses le daba dinero y ella se ponía muy feliz.
Pero como era muy viejita, un día se marcho de este mundo para siempre.
A su familia le llamo la atención, nunca encontraron el dinero que su nieto le había dado.

                                     
                                       La familia Linares

 En la casa de Linares todo es pobreza, trabajaban mucho y el dinero no les alcanza para nada, ocho hijos y un abuelito que mantener.
El hombre va al campo a la mañana muy temprano y regresa de noche.
La mujer limpia casas de familia, vende pan casero que ella amasa y limpia la iglesia.
Reniega mucho con sus hijos y también con el abuelito que como es tan viejito se pierde y corta lo que encuentra con la tijera.
-  Esta tijera se esconde- dijo enojada la señora y la puso arriba de un armario.
Cuando fue a la iglesia, el cura le dijo que una familia muy adinerada, había donado muchos abrigos y como perfilaba el invierno le iban a venir bien, así que se los dio.
Feliz llevo los abrigos a la casa, y los puso sobre la cama.
El abuelito los vio y se puso a jugar con ellos, se los media, se miraba en el espejo y se reía mucho.
Como vio que el forro de uno de ellos estaba descocido, se puso a tirar del hilo y así fue haciendo lo mismo con todos.
Mas tarde cuando su nieto entro en la habitación sorprendido vio como billetes de todos los colores danzaban en la habitación, como burlándose de tan miserable vida.
 - Que estás haciendo abuelito, otra vez con la tijera.
-Papel picado, papel picado- dijo feliz el abuelito.

fin
estelajaeltete

 

lunes, 23 de julio de 2018

UN DIA INESPERADO

UN DÍA INESPERADO     

Tenía el palo de amasar en la mano, lo golpeo sobre la mesa con fuerza cuando vio entrar a Pablito enfiestado, este, salió corriendo cuando vio a su madre con tal arrebato de furia.

 El pan fue a parar dentro del horno casero, con toda la ira que doña Blanca pudiera tener en ese momento, mientras, Pablito escondido en el galponcito del fondo, esperaba que su madre se calmara y su borrachera también

Julio no volvió a sentir tanto dolor, desde aquella vez que sufrió aquel terrible accidente hasta hoy en que ella se marcho. Refugiado en su cuarto, observa por la ventana, como el frio transforma todo en un paisaje desolado y triste, tal cual se siente el ahora.De pronto, algo lo distrae de su melancolía, es Pablito que corre a refugiarse vaya a saber donde, escapando de su madre que le puso el ultimátum, o cambias, o te vas con tu padre.Julio sabe que la vida continua y que mañana, tendrá que presentarse en su trabajo, en los galpones, hombreando bolsas, porque es lo único que sabe hacer, en unos años mas tendrá la espalda dañada, como todos allí, envejeciendo a temprana edad, donde los surcos en el rostro aparecen antes de lo previsto, por causa del frio, el viento y la tierra, que no perdonan la piel.Como si fuera tan fácil olvidar, a aquella que se marcho tan solo porque la soledad del campo la deprimía tanto, que se la pasaba encerrada todo el día en su dormitorio , acostada, haciendo y desasiendo las maletas, como si desojara una margarita, me quedo, me voy, hasta que finalmente se fue.

 Los mates calentitos y el pan casero de doña Blanca su madre, la que no se atreve a preguntar, ni falta que hace, si el rostro quebrado y ausente del muchacho lo dicen todo. La jornada ha terminado, el sol va cayendo, se huele a guiso que viene de la cocina, las mujeres vienen y van, ayudando a Blanca a preparar la cena, los trabajadores no tardaran en llegar, hambrientos ,devorando todo lo que haya en la mesa.

El antiguo sillón de cuero luce impecable, lustrado por Serena, la trabajadora del lugar que lleva años sirviéndoles a los Mejías, fue refugio del trasero de Méndez, que había quedado tieso, después de dieciocho horas de viaje en tren de segunda, con asientos de madera, que tan miserablemente, los Mejías habían gastado para enviar a la estancia al viejo contador.

A que había venido Méndez, era la pregunta que todos se hacían, jamás había puesto sus delicados pies en el campo, solo se lo conocía de nombre. La curiosidad los desborda, están reunidos como nunca en el patio, sentados alrededor de la pequeña mesa. Los  trabajadores huelen mal , algo podrido se trae este viejo altanero y presuntuoso, que en estos momentos se encuentra recorriendo el lugar, dicen los que lo vieron, que sus botas de cuero están embarradas y llenas de bosta, que esta a las arcadas porque no aguanta el olor de los corrales.

Dos días después, los trabajadores fueron informados que la estancia estaba en quiebra, por lo tanto pronto vendrían los nuevos dueños, la condición de estos, querían el lugar sin empleados. Méndez, en representación de los dueños los indemnizó a todos como marca la ley, ni un peso mas ni uno menos, todo terminó.

Si digo que en algunos casos, pasaron hasta tres generaciones, viviendo y trabajando en el lugar, algunos se sienten como si tuvieran que exiliarse en la ciudad, como si a un pájaro le hubieran cortado las alas, créanme no estoy exagerando, el desarraigo es doloroso y cruel, para los que no conocieron otra cosa que la tranquilidad y la sencillez del campo y toda su naturaleza, por mas dura que fuera la vida allí.

Aquel día, que subieron al carro con todas sus pertenencias rumbo a la ciudad, Pablito tendría que dejar su vida de vago, doña Blanca, deleitara a otros con su pan casero y las comidas sabrosas que hacia para los jornaleros, la cocinera de la estancia desocupada y con un futuro inmediato lejos de allí,   las espaldas de Julio bendijeron al tío Constantino, que les había conseguido trabajo en una fábrica.

Ya todo cambiaria en el cemento,  no vería mas aquellos atardeceres  en que mirando el horizonte, el cielo y la tierra parecen unirse, el trinar de los pájaros por las mañanas calentitas del otoño, con olor a pan casero y mate cocido de doña Blanca, el olor a leña que sale por todos lados, el viejo molino, donde solían guardar las bebidas en el pozo, para que se mantuvieran fresquitas,  el aromo en flor en la entrada del chalet de los dueños, al que el se deleitaba todos los años con su aroma,  el sulki, los caballos, el arado, noches estrelladas, todo gira en su cabeza y ya se siente el nudo en la garganta, ya no vera mas todo aquello que fue parte de su vida.

Ahora el campo agoniza en la distancia, en aquel inesperado día, que lo sorprendió deshaciéndose obligadamente de sus simples cosas, entonces se pregunta si las estrellas en la ciudad, se verán de la misma forma, se pregunta si aquella que se marcho, si hubiera sabido que terminarían en la ciudad, se hubiera quedado, o tal vez en el fondo el lo sabia, todo era una escusa, simplemente no lo quería.

viernes, 20 de julio de 2018

PAISAJE DEL ALMA

 PAISAJE DEL ALMA
Dos pequeñas gotas de lluvia hacen el paisaje de esta mañana tan particular.Danzan traviesas deslizándose por el cristal  empañado de un abril otoñal. Las hojas color ocre caen armando una montaña en el suelo del parque tan  gris y sin luz, debido a la ausencia del sol  por las lluvias de otoño.
Desde mi antiguo automóvil, reliquia de familia, reciclado  y celosamente cuidado por el tío Andrés, observo los árboles, los mismos de ayer en los que  con tu andar  emergías entre ellos como aparecido en el tiempo, pero no era más que el efecto de la llovizna de abril, ahora ni siquiera eso, puedo estar mucho tiempo esperando tu imagen que ella nunca aparecerá.
El paisaje de este otoño combina con mi auto viejo y las hojas que caen de los arboles, pero una barredora inmediatamente me quita ese placer y me vuelve a la realidad. Siempre digo que las hojas no deberían ser barridas porque después, pasa esto, me queda una sensación de nada, porque un otoño sin hojas no es otoño.
Había viajado desde la oscura y lúgubre ciudad de Habert, escondida en medio de las montañas.Alguna vez me pregunte si figuraba en algún mapa.
 Sin embargo existe y es una pequeña ciudad de ricos terratenientes donde se realizan los más increíbles negocios. Pero la gente, desconoce su existencia.
Pero eso no importa ahora, lo que sucede es que al llegar a esta ciudad donde siempre venia a encontrarme con vos, aquí en este parque, me doy cuenta que solo he venido a encontrarme con recuerdos que me hacen mal.
.Pero uno siempre regresa.
¿Porqué siempre tendrá que ser asi? Uno vuelve a los lugares donde fue feliz y se da cuenta que ahora solo le producen tristeza.
No hubiera querido que las cosas fueran de esta manera, hubiera preferido que todo terminara bien, sin embargo uno no siempre decide.
También quisiera que existiera la eternidad  para poder verte siempre, y que mi sonrisa fuera tiempo para hacerte feliz.
El limpia parabrisas ha hecho bien su trabajo, ya no queda humedad en el cristal, de la misma manera que la barredora limpió el parque sacando todas las hojas que habían formado un colchón.
Así decía yo  cuando era niña, un colchon de hojas y me tiraba sobre él, y saltaba, saltaba tantas veces gritando por gritar, solo era eso, un grito que me salía desde muy adentro como queriendo sacar todo lo que llevaba guardado y no podía decir, porque yo nunca pude hablar, nunca pude decir.
Este paisaje del alma mío tan vacío, como las gotas de lluvia que se deslizan por el cristal  al compás del olvido que va ganando tiempo en mi corazón, porque aquellas cosas  tan amadas, ahora se las ve cada vez más lejos, como las hojas secas que vuela el viento llevándose los recuerdos de mi último verano en Habert.
 En aquella epoca me gustaba jugar con las hojas amontonadas en el suelo abriendo un surco con mis pies Después venias vos, y hacías lo mismo. Mamá se enojaba tanto cuando nos veía llenos de tierra. Siempre me culpaba a mí.
Ahora la gente sale a caminar por el parque, aprovechando para hacer aquellas cosas que no pudieron  por la lluvia.
 Caminan apurados, algunos en bicicleta acortan camino por aquí.
Aun es la mañana y se siente el frio.
 No me gusta el frio, me es incomodo, tanta ropa y además me quedo sin fuerzas, casi siempre  comienzo a temblar y alguien me tiene que ayudar. Por eso quiero que pase rápido esta época del año.
Me quedo mirando otra vez los árboles, y si, ya no te veré mas asomarte entre ellos, además, todos se han ido, ya no están.
Ahora todo es ayer, solo queda este frio enorme en el alma por aquellas cosas simples que se fueron  y por los que ya no están.
Fin.

domingo, 1 de julio de 2018

EN EL JARDIN


La nostalgia de tiempos idos, un poco de tristeza y esas ganas de llorar en el jardin de Alpa.
Hay una mujer en la mecedora, la manta envuelve su espalda anunciando el frio del otoño.
 Los recuerdos van llegando, jugando con las hojas de los arboles,  que van cayendo caprichosas en el camino que la lleva al rio.
Hay una bicicleta en la esquina esperandola para ir a algun lugar, los zapatos rojos de aquel verano, la muñeca de porcelana sentada en el mismo sofa, y en el cielo,se puede ver a la niña corriendo en la neblina, tiene un vestido rosa con puntillas en el ruedo y dos chuflos en la cabeza, los niños se acercan haciendo una ronda a su alrededor, entonces, ella levanta sus brazos mientras da vueltas y vueltas.
Hay nostalgias en el jardin de Alpa, hay nostalgias en la mecedora, nostalgias de tiempos idos,hay una mujer con sonrisa de tiempo.
Ella espera.
Las agujas del reloj anuncian que el tiempo se acaba.
En sus pupilas, la imagen de montañas, de rios, de bosques
En su memoria lo que amo,
Hay una mujer en el final del tiempo: que en una noche de otoño contempla la vida, que aun le queda por descubrir.