ATRAPADA quinta parte
Esta se levantó muy temprano, tomó un taxi y el la siguió en otro.
El camino los llevo al psiquiátrico.
Al
llegar, el tomó distancia y la siguió con precaución. Ella caminó por un largo
pasillo, se detuvo en una de las habitaciones e ingresó. Escucho la voz de
María, abrió lentamente la puerta… ella se encontraba de pie observando a la
mujer que se encontraba en silla de ruedas. El periodista reconoció en aquella
desdichada a Eugenia Arévalo. El enigma de tantos años estaba ante sus ojos llegando a su fin.
En una fracción de segundos se preguntó si
ella siempre supo que estaba allí. Sin embargo, la encontró llorando en la
vivienda quemada, Muchas preguntas y una sola imagen ante el.
Entonces, terminó de abrir la puerta y se puso
en evidencia.
María se impresionó al verlo, lo suficiente
como para decirle.
-Pase Moreno. No se quede ahí parado. De
todas maneras ya está dentro
Lo dijo de manera irónica, por lo que se pregunto
si estaba dentro, pero de donde, si se refería a la habitación en sí, o sucedía
otra cosa.
-¡Veo que encontró a su madre!.
-¡Así es!
Supongo que no irá corriendo a publicarlo en su diario.
-No... despreocúpese. No estoy aquí en busca
de una nota. Esto es personal.
- ¡Personal! ¿Y por qué?
-Ni siquiera yo lo sé ¿Será por usted? Por
los acontecimientos en sí.
-¡Le dije que no se metiera en esto!.
Se acercó a la mujer. Estaba totalmente
perdida. Sus ojos vacios no tenían vida. Por momentos su mirada extraviada
tenía la expresión del mal.
-Moreno, encontré a mi madre, eso es todo.
--¡Y todo por un libro! Si lo hubiera
dejado…
- Así es, en realidad no sabemos bien que
paso.
-Se hablo de una anciana.
-No sé nada de eso.
-Bien María, la dejo con su verdad y
tranquila, yo no diré nada, no es mi nota.
Dos días después.
No
sabía qué hacer. No había regresado a Buenos Aires. Se encontraba aun en aquel
pueblito, sentado en la vereda de un bar, tomando un refresco, pensando,
desconcertado. Tenía un presentimiento, pero no sabía bien que era.
Comenzó a refrescar de golpe. Fue hasta el
hotel, retiro un abrigo y camino por el centro de la pequeña ciudad. Había
mucha gente, todos apurados, exaltados.
El libro, ese bendito libro. Recordó las
palabras de la bibliotecaria, no le gustaba porque el personaje era de un
psicópata , tenía a su amada encerrada.
Recordó también aquella frase en su casa,
cuando se le cayó la copa -Hay cosas que usted no sabe Moreno.
De pronto la vio caminar entre la gente,
apurada, nerviosa.
-¡María! -Pronuncio su nombre casi con
desesperación.
La mujer no lo escucho, se perdió entre la
gente.
El se abrió paso entre el gentío hasta
llegar a ella,y, tomándola por uno de sus brazos le expreso sus sentimientos.
-María, no sé qué me pasa con usted. No me
puedo ir. Presiento que usted necesita mi ayuda.
-Moreno, hay cosas que usted no sabe.
-Pero si ya la encontró. No puede hacer
nada. Ya no puede regresar de esa enfermedad. Acepte que su madre enfermo y se
fue de su casa hace quince años, y vino a esta ciudad a reunirse con un
fantasma, eso es todo.
-No, hay cosas que usted ignora. Pablo, es
mejor que se mantenga lejos de todo.
-¡No, no la voy a dejar!
-Mañana, venga a buscarme y hablamos.
-¿Y por qué mañana? Porque no ahora.
-Ahora no puedo, ahora no.
Publicado 19th January 2015 por estela Caruso
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